El emprendimiento latinoamericano es descrito como una carrera de resistencia en la que el éxito depende del sacrificio personal del dueño. Sin embargo, este modelo genera miles de negocios dependientes, frágiles e incapaces de crecer sin el fundador. Frente a este panorama, el especialista en diseño empresarial René Guerrero plantea una visión distinta: construir compañías que se sostengan sobre sistemas y no sobre personas.
El ingeniero de sistemas con maestría en computación trasladó su visión técnica al mundo de los negocios después de experimentar en carne propia el desgaste del autoempleo disfrazado de empresa. Sus primeros proyectos —una firma de ingeniería y posteriormente una panadería artesanal— tenían estructura formal, pero funcionaban únicamente si él realizaba casi todas las tareas operativas. Esa contradicción lo llevó a formular una pregunta clave: si podía diseñar sistemas tecnológicos autónomos, ¿por qué su negocio dependía de él?

La respuesta derivó en años de estudio, certificaciones internacionales y análisis de estructuras empresariales alrededor de distintos mercados. De ese proceso surgió su metodología De Operario a Empresario, un modelo que integra procesos, cultura organizacional, indicadores, planeación financiera, sistemas de ventas y delegación estructurada. Su objetivo no es inspirar a los dueños, sino construir arquitecturas internas capaces de escalar sin que el fundador sea el cuello de botella.
Uno de los conceptos centrales que promueve es la diferencia entre crecimiento y escalabilidad. Crecer, explica, es vender más; escalar es vender más sin aumentar la dependencia del dueño. Bajo esta premisa identifica un patrón frecuente en la región: negocios con altos niveles de facturación pero con estructuras tan precarias que no pueden replicarse. Guerrero denomina a este fenómeno “escalar el caos”: expandirse comercialmente sin haber fortalecido el sistema interno.
A través de su firma, Skills Up Business, ha trabajado con empresarios en México y Estados Unidos que enfrentan este problema. Uno de los casos más notables es el de un dealer de autos en Tucson, Arizona, que no pudo abrir una segunda sucursal pese a tener demanda suficiente. El obstáculo no fue financiero ni comercial, sino estructural: todos los procesos dependían del dueño. Tras implementar sistemas, indicadores, roles y una cultura de delegación, el negocio pasó de soportarse sobre una persona a sostenerse sobre un modelo.
Guerrero sostiene que el mayor desafío no es técnico, sino mental: muchos emprendedores asocian su valor con la capacidad de “hacerlo todo”. Bajo esta creencia, delegar se percibe como perder control, aunque, señala, el verdadero control proviene del diseño de sistemas sólidos. Hoy, además de asesorar y participar como socio en distintos proyectos, impulsa la creación de un club internacional de empresarios para intercambiar estrategias sustentadas en procesos, no en sacrificio personal.
En su visión, fortalecer empresas no solo favorece a sus dueños, sino a la economía regional. Un país con compañías que dependen menos de la voluntad individual y más de estructuras profesionales puede generar empleo estable, innovar y competir globalmente. Su filosofía, resume, propone una transformación cultural del liderazgo empresarial en América Latina: “Las grandes empresas no se construyen con heroísmo, sino con arquitectura”.
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