La economía de la felicidad: ¿El dinero realmente nos hace más felices?

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En un mundo donde el crecimiento económico y el ingreso son indicadores de progreso, surge una pregunta que ha sido y sigue siendo fundamental:¿el dinero nos hace más felices? La economía de la felicidad, un campo emergente dentro de las ciencias sociales, puso bajo la lupa esta cuestión, revelando hallazgos sorprendentes que desafían las nociones tradicionales sobre el bienestar.

El dinero importa, pero no tanto como creemos

Los estudios en economía de la felicidad demuestran que, si bien el ingreso tiene un gran impacto positivo en la felicidad, este efecto es mucho más modesto de lo que se podría pensar. A nivel personal, un aumento en el ingreso permite satisfacer necesidades básicas y mejorar la calidad de vida. Pero una vez que se alcanza un punto de comodidad, los incrementos adicionales en ingresos tiene un impacto decreciente en la felicidad.

Por ejemplo, supongamos que una persona que pasa de ganar $10,000 a $20,000 al año experimentará un salto significativo en su bienestar. Pero, alguien que ya gana $100,000 y aumenta sus ingresos a $110,000 probablemente notará un cambio mucho menos perceptible en su felicidad. Este fenómeno, conocido como rendimientos marginales decrecientes, nos sugiere que el dinero tiene límites en su capacidad para generar felicidad.

La paradoja de Easterlin: ¿Más riqueza no significa más felicidad?

Uno de los hallazgos que más cuestionamientos generó es la paradoja de Easterlin, la cual está propuesta por el economista Richard Easterlin en la década de 1970. Easterlin hizo la observación de que, aunque las personas con mayores ingresos tienen la tendencia a ser más felices en un momento dado, el crecimiento económico a nivel nacional no necesariamente se traduce en un aumento de la felicidad promedio de la población.

¿Por qué ocurre esto?

La respuesta parece estar en el ingreso relativo. Las personas tienen a evaluar su bienestar en términos absolutos y compararse con los demás. Si en una sociedad, todos aumentan sus ingresos al mismo tiempo, la posición relativa de cada individuo no cambia, por consecuencia, su felicidad tampoco. Este efecto de comparación social explica el porqué, a pesar de un crecimiento económico, la felicidad pueden estancarse.

Aspiraciones y adaptación: El ciclo interminable

Otro factor clave es el papel de las aspiraciones y la habituación. A medida que aumentan los ingresos, también lo hacen las expectativas y deseos. Lo que antes parecía un lujo se convierte en una necesidad, y la brecha entre lo que tenemos y lo que queremos puede persistir o incluso ampliarse.

Además, las personas tienden a acostumbrarse a su nuevo nivel de ingresos. Un aumento salarial inicial puede generar una oleada de felicidad, pero con el tiempo, ese efecto se desvanece. Este proceso de adaptación explica por qué los aumentos de ingresos no siempre tienen un impacto duradero en el bienestar.

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Los verdaderos pilares de la felicidad

La economía de la felicidad demostró que el ingreso es solo una pieza del rompecabezas del bienestar. Factores como las relaciones personales, la salud, el tiempo libre y el sentido de propósito juegan un papel igual o incluso más importante en la felicidad de las personas.

Por ejemplo, estudios encontraron que las personas con fuertes lazos familiares y sociales tienden a ser más felices, independientemente de cuál sea su nivel de ingresos. Del mismo modo, tener tiempo para disfrutar de actividades recreativas y perseguir metas personales contribuye significativamente al bienestar subjetivo.

Economía de la felicidad en la política pública

Estos resultados tienen importantes implicaciones para las políticas públicas. Si el objetivo es maximizar el bienestar de la población, los gobiernos deberían considerar no solo el crecimiento económico, sino también factores como la calidad de las relaciones sociales, el acceso a servicios de salud y la promoción de un equilibrio entre trabajo y vida personal.

Además, la economía de la felicidad sugiere que las políticas destinadas a reducir la desigualdad económica podrían tener un impacto positivo en el bienestar general, ya que la brecha entre ricos y pobres puede generar insatisfacción y tensiones sociales.

La economía de la felicidad nos recuerda que, aunque el dinero es importante, no es la clave definitiva para una vida plena. La felicidad es un concepto complejo que depende de una combinación de factores materiales, emocionales y sociales. En lugar de perseguir únicamente el crecimiento económico, tanto individuos como sociedades deberían enfocarse en cultivar relaciones significativas, promover la salud mental y física, y encontrar un equilibrio que permita disfrutar de la vida más allá de los ingresos.

En palabras del filósofo Diógenes: “Rico no es quien más tiene, sino quien menos necesita”. Quizás sea hora de que, como sociedad, reevaluemos qué significa realmente ser feliz.

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