Las encuestas lo daban por detrás, los analistas lo consideraban un candidato testimonial, y sin embargo, Rodrigo Paz Pereira se alzó con la victoria en la segunda vuelta presidencial en Bolivia. Con el 54.57% de los votos frente al 45.43% Jorge “Tuto” Quiroga, el senador centrista se convirtió en el nuevo rostro de un país cansado de los extremos.
La jornada electoral del 19 de octubre transcurrió en relativa calma, pero el conteo de votos mantuvo al país en vilo. Pasada la medianoche, el sistema electoral confirmó lo que ya se intuía: había logrado una ventaja irreversible. Desde su comando en Tarija, el nuevo mandatario agradeció el respaldo de la ciudadanía y prometió un “capitalismo para todos”, un modelo que —según dijo— “no excluya a nadie de la prosperidad que Bolivia merece”.
Hijo del expresidente Jaime Paz Zamora y de la española Carmen Pereira, Rodrigo nació en Santiago de Compostela, en pleno exilio familiar. Creció entre distintos países y regresó a Bolivia con la convicción de construir un Estado moderno e incluyente. Su trayectoria como diputado, alcalde y senador le ha dado una visión de gestión pública cercana al territorio y alejada de los discursos ideológicos rígidos. 
Durante la primera vuelta, Paz ya había sorprendido al liderar los resultados pese a los pronósticos adversos. En la segunda, esa sorpresa se transformó en una ola ciudadana que unió a clases medias urbanas, jóvenes emprendedores y sectores rurales que ven en él una alternativa a la vieja política.
Bolivia, que oscila desde hace décadas entre proyectos populistas y conservadores, encuentra ahora en Rodrigo Paz Pereira una figura de transición. Su reto será convertir la esperanza en gobernabilidad y demostrar que la moderación también puede transformar.
