Turismo binacional: de visitantes a inversores entre España y México

Eduardo Rivera, columna, Conexión Global Eduardo Rivera, columna, Conexión Global

Podemos hablar mucho de los números que dejan los españoles que visitan Cancún o de cuántos mexicanos pasean por la Gran Vía, pero no sería trascendental ni suficiente para tener la foto completa de lo que sucede entre México y España en materia de comercio turístico. Por eso, quiero hacer una revisión de cómo en los últimos tiempos el turismo entre México y España ha madurado en silencio, pues el flujo constante de inversiones, redes empresariales, decisiones estratégicas y plataformas comunes traza ya una ruta compartida entre ambas naciones.

Aunque sí es importante revisar algunas cifras. Veamos: en 2024, España recibió 94 millones de turistas internacionales, generando 126,000 millones de euros en ingresos, una cifra que representa el 12.3% de su PIB. Por su parte, México cerró ese mismo año con 56 millones de visitantes y una derrama de más de 22,000 millones de dólares en divisas, con una estadía media de 7.8 noches y un gasto promedio por viajero aéreo de 1,178 dólares. Estos números hablan de que ambas economías han hecho del turismo una palanca estructural, lo cual impone nuevas responsabilidades.

Uno de los escenarios donde esta relación entre los dos países se hace visible es la Fitur. En enero de 2026, México será el País Socio de la feria turística más influyente del mundo, con un pabellón que representará a los 32 estados, los Pueblos Mágicos, las cámaras empresariales del sector y las iniciativas que buscan transformar el turismo nacional. Esta distinción es un reconocimiento al lugar que nuestro país ocupa —y puede fortalecer— en la conversación mundial del turismo, por supuesto, pero el vínculo no termina ahí. Hablamos de que las cadenas hoteleras españolas tienen una presencia robusta en México: Meliá, RIU, Barceló, Iberostar… son trasnacionales que trazan sus propias tendencias, capacitan talento e importan modelos de gestión y que se han hecho de un nombre sólido en territorio mexicano. Solo en 2024, el grupo RIU superó los 4,000 millones de euros en facturación, con proyectos de gran trascendencia en Jalisco y Quintana Roo.

De hecho, España es, hablando en plata, uno de los principales inversionistas turísticos en nuestro país. Pero la relación no es unidireccional. Empresas mexicanas también están cruzando el Atlántico con propuestas sólidas. El mejor ejemplo es RLH Properties, que en 2021 adquirió el Bless Hotel Madrid, integrándose al portafolio de la cadena Palladium con una operación de lujo en plena capital española. Mobility ADO —el grupo de transporte mexicano— opera rutas en España desde hace años, en especial en la zona sur, y ha desarrollado soluciones de movilidad que conectan directamente con el turismo nacional e internacional. Por su parte, Sandos Hotels & Resorts mantiene propiedades tanto en México como en Lanzarote y Benidorm, dos destinos de lujo de la costa española. Y The Palace Company, con marcas como Moon Palace y Le Blanc, ha trabajado para extender su alcance hacia el mercado europeo, generando vínculos con operadores españoles y estrategias de comercialización cruzada.

Estos movimientos demuestran que también hay interés, capacidad e iniciativa del lado mexicano para insertarse en el entramado turístico español. Y, sin embargo, aún falta que esto se articule de manera adecuada. Si bien México exporta talento, cultura y patrimonio, tiene la posibilidad —y la necesidad— de traducir esa presencia simbólica en estructuras de negocio duraderas con alianzas estratégicas.

He participado en varias ediciones de la Fitur y desde hace años escucho a turoperadores de ambos países intercambiar ideas que van mucho más allá del folklore o el sol y playa, y es innegable que el mercado pide autenticidad, desde luego, pero también está ávido de conectividad aérea inteligente, de destinos diversificados y propuestas que hablen de la realidad de los países, no de sus estereotipos. Por supuesto que México tiene con qué responder, ahora hay que plantear las estrategias para hacerlo.

Hay una oportunidad real de construir una relación turística que no solo sea rentable, sino también influyente. España y México comparten idioma, historia y sensibilidad cultural. Si sumamos a ello visión empresarial, innovación tecnológica y presencia institucional, esta alianza puede ser una de las más relevantes de la próxima década para ambos países.

Los turistas seguirán cruzando el Atlántico, ahora está en nuestras manos que también crucen proyectos, inversión, ideas y visión de futuro. Y que cuando digamos “relación turística”, nos refiramos a algo mucho más robusto, más recíproco y más inteligente.

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