Honda Motor pone bajo la lupa su estrategia productiva en Norteamérica. Fuentes cercanas a la compañía revelan que evalúa reubicar parte de su producción desde México y Canadá hacia suelo estadounidense. La razón es contundente: esquivar el polémico arancel del 25% que mantiene vigente el presidente Donald Trump sobre vehículos importados.
Canadá en pie de guerra: ministros movilizados
El gobierno canadiense ha entrado en modo preventivo. François-Philippe Champagne, ministro de Finanzas, agendó una reunión de emergencia con la cúpula directiva de Honda en Tokio para este martes.

“No vamos a quedarnos con los brazos cruzados”, declaró Champagne.
La planta de Alliston, joya productiva de Honda en Ontario, Canadá, se encuentra en el ojo del huracán. Con 4,200 empleados directos y capacidad para ensamblar 390,000 unidades anuales de los populares Civic y CR-V, su futuro ahora pende de un hilo. El ministro de Comercio, Dominic LeBlanc, ya activó conversaciones con las autoridades provinciales para evaluar contingencias.
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Inversión millonaria vs realidad arancelaria
La ironía no podría ser mayor. Hace exactamente 12 meses, Honda anunció con bombos y platillos una inversión histórica de 15,000 millones CAD (10,800 millones USD) para Ontario. El paquete incluía cuatro nuevas plantas, entre ellas una dedicada exclusivamente a vehículos eléctricos, con 5,000 millones CAD de apoyo gubernamental.

Hoy, ese ambicioso proyecto choca con la cruda realidad arancelaria. Analistas consultados coinciden: si Honda materializa el traslado, México perdería parte de su atractivo como hub manufacturero, mientras Canadá vería amenazados miles de empleos calificados. El posible incremento del 30% en producción estadounidense permitiría a la marca cubrir el 90% de sus ventas en EU con autos fabricados localmente.
La jugada de Honda refleja el nuevo tablero geopolítico automotriz. Mientras México busca renegociar el T-MEC y Canadá presiona por exenciones, la armadora japonesa prepara su plan B. Una cosa es clara: en esta partida de ajedrez comercial, ni México ni Canadá están dispuestos a convertirse en peones sacrificables. La próxima movida podría definir el futuro industrial de toda la región.