La Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara 2025 tiene este año un invitado especial: Gerard Bellver, quien llevará el sabor de la cocina catalana al festival. Su participación ocurre en el marco de la presencia de Barcelona como ciudad homenajeada, por lo que la gastronomía de la región ocupará un lugar privilegiado dentro del encuentro editorial más importante de Iberoamérica.
La responsabilidad de materializar este retrato culinario está en manos del fundador de Jiribilla, un restaurante barcelonés que apareció en la Guía Michelin 2025. Sus raíces dan muestra del universo cambiante del chef, quien llegó de 12 años a México, su segundo hogar cultural.
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Bellver ofrecerá, en el restaurante Los Vitrales del Hotel Barceló, un buffet catalán durante los nueve días de la feria. Será un menú que cambiará cuatro veces y que, según adelanta a Mundo Ejecutivo CDMX, “será puramente catalán, mucha cocina de guiso, toda típica de Barcelona o Cataluña”.

Gerard Bellver y la cocina catalana en la FIL Guadalajara
La participación del chef que nació en Barcelona y se crio en México promete una experiencia sensorial porque conectará a los asistentes con una cocina marcada por la tradición familiar y el territorio.
A diferencia de su trabajo en Jiribilla, donde entrelaza a México y Cataluña, el menú que Gerard Bellver presentará en la FIL Guadalajara 2025 será una muestra ortodoxa de la cocina catalana. Son platos concebidos para contar la historia de la cocina catalana sin alteraciones ni mestizajes.
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Este cruce entre literatura y cocina no es casual. El chef entiende que la gastronomía también narra y preserva memorias, y que un estofado o una escalivada pueden ser tan poderosos como una novela.

Cataluña, un territorio contado desde la cocina
La cocina catalana tiene una identidad forjada entre el mar Mediterráneo, las montañas y siglos de intercambios culturales. Su participación en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara será una curaduría culinaria de esa memoria: recetas que hablan del fuego lento, del legado de las abuelas y de la austeridad convertida en sabor. En ese sentido, el buffet se convertirá en una ventana cultural, una forma de leer Cataluña no desde el papel, sino desde el paladar.
El proyecto de Gerard Bellver dialogará con una presentación especial dentro de la FIL como parte del libro Salgusto, bajo el título “Cuando la cocina catalana conoce a México”, donde explicará los procesos creativos que lo llevan a fusionar ambas tradiciones gastronómicas.
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“Quiero hablar de cómo llegamos a lo que llegamos, qué procesos creativos seguimos y mostrar recetas que hablan mucho de este cruce de culturas”, señala.
Para él, el mestizaje entre ambas cocinas no es un acto de transgresión, sino un diálogo orgánico entre dos mundos que se enriquecen mutuamente.

Del libro a la mesa: La cocina para Gabriel García Márquez y la experiencia con Dalí
Gerard Bellver aterrizó en México a los 12 años. La edad en la que, como él mismo dice, creó rutinas, gustos y hábitos. Creció en la CDMX, entre tacos nocturnos y mercados, pero sin perder la herencia culinaria catalana en casa.
“Crecer comiendo tacos de madrugada te marca, te hace extrañarlo hoy en día”, recuerda con una sonrisa. Sus memorias lo llevan a San Jerónimo, a una taquería que marcó su adolescencia: La Linternita, famosa por su pastor. Ese choque entre lo que heredó y lo que descubrió en México moldeó su visión culinaria. No solo aprendió a comer diferente; aprendió a sentir el mundo desde la comida.

Su formación profesional también lo situó en un cruce intercultural. Terminó sustituyendo temporalmente a la chef de la Embajada de España en México. La suplencia de tres meses se convirtió en tres años completos.
“Poder dar de comer varias veces a Gabriel García Márquez es algo que no todo el mundo puede decir”, recuerda.
Allí conoció a figuras emblemáticas como Carlos Fuentes, Joan Manuel Serrat o Diego El Cigala. Con ellos, su contacto no fue académico ni intelectual, sino a través de un plato.

“La plática pasa al segundo plano. Está pasando, pero lo importante es que estén disfrutando”, afirma. La cocina se volvió, en ese periodo, un espacio íntimo entre él y el mundo cultural mexicano.
Esa experiencia lo llevó a comprender una verdad esencial: la cocina puede ser un lenguaje político, literario y emocional. Con los años, su carrera cruzó fronteras europeas y terminó por llevarlo a restaurantes con estrellas Michelin, como Arzak y El Bulli. Vivió seis meses en San Sebastián y otros seis inmerso en la revolución gastronómica liderada por Ferran Adrià. Ahí aprendió la importancia de la técnica, la creatividad y la memoria. Sin embargo, la alta cocina no desplazó sus raíces; las fortaleció.
“Volví a México para abrir Rico y me quedé 10 años”, explica. Su retorno fue una reafirmación de identidad: el catalán que se formó en México decidió continuar su vida aquí.

Jiribilla: una vida hecha cocina
Jiribilla, su actual restaurante en Barcelona, es el resultado natural de esa biografía. “Es un proyecto muy personal”, enfatiza. Ahí no se hace cocina mexicana ni catalana en sentido estricto. Se hace la vida de Bellver: el maíz acompaña a productos catalanes, el taco convive con el guiso de la abuela catalana, el chile encuentra su lugar junto a preparaciones mediterráneas. “Es una cocina mexicana que conoce el producto catalán”, afirma. Es también un acto de identidad íntimo: su esposa es mexicana, su hija mexicana; México no solo lo adoptó, lo transformó.
Definir a México lo hace sin titubeos: “Es mi país de adopción”. Esa afirmación resuena en su cocina, en su memoria gustativa y en su forma de ver el mundo. La FIL Guadalajara será entonces, para él, un regreso en clave culinaria: volverá a México a través de Cataluña. “Espero que Barcelona luzca como lo que es: una gran capital literaria y creativa”, confiesa. Lo hará sin discursos grandilocuentes, sino mediante una tradición que se sirve en platos.
Bellver promete una cosa: que quienes prueben su buffet se lleven “un pedazo de lo que queremos mostrar”. Esa promesa, en su voz, no suena a ambición ni a marketing. Suena a nostalgia. Suena a quien vuelve a la calle de enfrente, como él dice emocionado: “Voy a estar viviendo en el hotel frente a la FIL y tenerla ahí cruzando la calle es una maravilla”. La literatura y la cocina se encontrarán al cruzar ese paso peatonal. Y él será el puente.
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