Al-Waleed bin Khalid Al Saud, conocido como el “Príncipe Durmiente” de Arabia Saudita, falleció el 19 de julio de 2024 a los 36 años, tras permanecer en coma durante dos décadas. Su historia generó un amplio debate sobre los límites del soporte vital y la esperanza en una recuperación médica improbable. La noticia de su muerte fue confirmada por su padre, el príncipe Khalid bin Talal Al Saud, a través de un mensaje en la red social X (antes Twitter), donde expresó su dolor y citó un versículo del Corán.
El caso del “Príncipe Durmiente” conmovió a Arabia Saudita y al mundo, no solo por su vínculo con la realeza, sino por la decisión de su familia de mantenerlo con soporte vital durante 20 años, a pesar de la ausencia de mejoría clínica significativa. Su historia plantea interrogantes sobre ética médica, fe religiosa y los límites de la medicina moderna.
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La vida y el accidente que lo dejó en coma
Al-Waleed bin Khalid Al Saud nació el 18 de abril de 1989 en el seno de una de las familias más influyentes de Arabia Saudita. Bisnieto del rey Abdulaziz, fundador del reino, y sobrino del multimillonario Al-Waleed bin Talal, su vida parecía destinada a la opulencia y el poder. Sin embargo, todo cambió en 2005, cuando, con solo 15 años, sufrió un grave accidente automovilístico en Londres, donde estudiaba en una academia militar.
El impacto le causó una hemorragia cerebral y daños internos severos, dejándolo en estado de coma irreversible. Fue trasladado a la Ciudad Médica Rey Abdulaziz en Riad, donde recibió atención especializada las 24 horas del día. A pesar de los pronósticos médicos, su padre, el príncipe Khalid, se negó a retirar el soporte vital, sosteniendo la esperanza de un milagro.
El debate ético y religioso
El caso del “Príncipe Durmiente” generó discusiones en el ámbito médico y religioso. Mientras algunos especialistas cuestionaron la prolongación artificial de su vida sin perspectivas de recuperación, su familia defendió la decisión basándose en sus creencias islámicas y en esporádicos signos de respuesta que, según ellos, indicaban una posible mejoría.
En Arabia Saudita, donde la religión y la medicina suelen entrelazarse, el caso se volvió emblemático. Para algunos, representó la resistencia de la fe ante la ciencia; para otros, un ejemplo de los dilemas éticos en cuidados intensivos. Su historia incluso inspiró documentales y artículos que exploran los límites entre la vida, la muerte y la esperanza.
Un legado de reflexión
La muerte del “Príncipe Durmiente” cierra un capítulo que duró 20 años, pero deja abiertas preguntas sobre cómo las sociedades enfrentan casos similares. Su historia, más allá de su linaje real, sirve como recordatorio de los complejos debates en torno a la medicina, la ética y la fe.
Mientras su familia llora su partida, el mundo recuerda a Al-Waleed no solo como un príncipe, sino como un símbolo de una discusión que trasciende fronteras: ¿hasta dónde debe llegar la ciencia cuando la esperanza se convierte en el último soporte?