Pararse frente a una obra de Ales y Luisa no es solo una apreciación del arte visual, es la confrontación con el mito, la colorimetría y la poesía, algo que se refleja en Muriendo de amor, su exposición en Casa Milán. El espectador disfruta de imágenes que empoderan a sus protagonistas a la vez que los convierten en actores de una explosión de energía y transformación.
La pareja de artistas se pelean con el lienzo, se contradicen en colores, a la vez que se lanzan canciones como declaraciones amorosas que construyen mundos. Escriben una melodía en sus lienzos que tocan los corazones con su intensidad, una que contagian las obras desde la pasión de la obra.
En entrevista con Mundo Ejecutivo CDMX, los artistas comparten que su muestra en Casa Milán es la ruta que el amor, el arte y la convivencia eligen para ellos.
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Morir de amor, el manifiesto poético y melódico de Ales y Luisa en Casa Milán
El dúo reconoce que su exhibición en Casa Milán no es un gesto cualquiera. Se trata de un honor al estar en uno de los recintos de arte contemporáneo más importantes. Es un reconocimiento a su forma de intervenir la realidad y el lienzo. No es solo una obra, es mostrarse como quienes son: una pareja cuya vida se expresa en técnica compartida, en discusiones cotidianas y en colores eléctricos.
Así como su obra, sus vidas personales los unieron a pesar de sus diferencias. Él es ingeniero industrial, mientras que ella es diseñadora gráfica. Las reglas de cada profesión las rompieron para crear un estilo propio que se reconoce en cualquier lado, pero que se trata de un homenaje a sus maestros. No son un Banksy, sino su voz la encontraron inspirados en Rembrandt, Rafael Cauduro o Caravaggio. Así es como cantan sus propias canciones que traducen en la revolución visual que son sus piezas desde la colocación del primer esténcil hasta los que lleguen a continuación.
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En la práctica, la obra comienza con los dos: imaginan mientras ven series, mientras recuerdan historias, mientras hablan de los sobrinos, de la hija, de una foto vieja que podría reinventarse. Llegan los fondos, comienzan el corte de los esténciles y poco a poco va tomando forma, todo de manera manual, desde lo tradicional, desde el corazón.
Del mito al barrio: un arte único
Uno de los elementos más destacados dentro de las obras de Ales y Luisa, como verá el público en la exposición Morir de Amor, son sus protagonistas. En Casa Milán por ejemplo podrán presenciar una Medusa, una astronauta, incluso una mujer anónima. Pero en su proceso no es que busquen una reinterpretación de figuras icónicas, sino un descubrimiento que tienen en su cotidianidad.
A veces nacen de la fantasía, como Medusa, que fue primero obsesión y luego imagen posible. Otras veces vienen de historias propias, de fotografías familiares, de niñas reales que terminan convertidas en personajes fantásticos. Las imágenes, explican, son mezcla de rostros que conocen y de rostros que imaginan, de símbolos que aman y de gestos que recuerdan. Así una protagonista es todas las mujeres, a la vez que es una sola.
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Sus personajes nunca llegan solos. Los acompañan historias que construyen juntos, relatos inventados para hacer visible lo que sienten. Cuando toman figuras clásicas —como Romeo y Julieta— no buscan repetirlas, sino traerlas a su tiempo, a su barrio mental, a sus códigos estéticos. No quieren una Medusa, quieren su Medusa: serpientes tatuadas, mirada feroz, metal oscuro de fondo; aun Romeo y Julieta que hable del amor como ellos lo viven: intenso, contradictorio, obstinado. No buscan vírgenes impolutas, sino unas con tatuajes.
Sus influencias no caben en un estante ordenado: aman el arte sacro y el realismo, adoran a Caravaggio pero también a Gabriel Moreno; admiran a Cauduro y a Fernando Vicente, pero sin querer copiarlos. Ales lo dice con honestidad: no saben si se parecen a alguien porque son fans de todo. Su obra no oculta esa admiración múltiple; la convierte en una mezcla difícil de clasificar, con el destello urbano del stencil, con la solemnidad del óleo, con la rebeldía del graffiti, con la ilusión narrativa del personaje.
El caos que se ordena solo
El diálogo artístico es el que es visible en cada cuadro. La explosión de los colores, la superposición de estallidos sobre los protagonistas y el fondo. Se tratan de una entropía que termina dentro de un orden.
Aun cuando comparten referentes, tienen gustos musicales opuestos, maneras distintas de entender la forma, de imaginar el color. Ales habla poco, dice que no sabe explicarse hablando y que por eso pinta, mientras Luisa es explosiva. La obra llega como una traducción y un encuentro entre ambos.
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La cromática explosiva, saturada e intensa es la extensión de quienes son: de esa mente inquieta de él, de esa presencia vital de ella. Nada es pastel, nada discreto. Los colores gritan, pero luego se organizan. Lo urbano abraza lo sagrado, el grafiti se posa sobre el óleo, la hoja de oro convive con manchas casi violentas. Primero choque, después un descanso.
Morir de amor: una vida expuesta
El título de la exposición de Ales y Luisa en Casa Milán no proviene de una frase poética inventada ni de una estrategia curatorial. Nace de la música con la que pintan y las canciones que se enviaban cuando eran novios. Incluso de los faxes que Ales mandaba a Luisa hace décadas y de las tardes en el péndulo entre poemas y café. Es un archivo de vida compartida.
Cada sala tiene un playlist. Cada cuadro dialoga con una canción. Algunas son de amor para otros; en ellos son canciones para pintar. La Medusa, por ejemplo, vibra mejor con Moonskin, de Samael, la misma que Ales dedicó a Luisa décadas atrás. El amor, dicen, tiene etapas: la súplica, el enamoramiento, la pasión, la ausencia.
“Yo sin Alex me muero”, dice Luisa, sin metáfora alguna, como muestra de la conexión que hay entre ambos y ese amor que hay entre ambos. No representan al amor en sus obras, lo viven mientras crean.
La exposición Muriendo de amor de Ales y Luisa, es su historia de amor y un retrato mutuo. Es una oportunidad para encontrarse en Casa Milán, hasta enero 2026, con unos de los artistas más sinceros de nuestros tiempos.
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