Por Miguel Ángel Flores Serna
Invertir es una palabra que escuchamos todos los días, pero que pocos entienden a fondo. No se trata únicamente de poner dinero en movimiento, sino de hacerlo con estrategia, conciencia del riesgo y visión de largo plazo. Hoy más que nunca, en un entorno global volátil y lleno de oportunidades emergentes, saber dónde y cómo invertir puede marcar la diferencia entre construir patrimonio o simplemente perder capital.
A lo largo de mi trayectoria como empresario, he tenido que tomar decisiones de inversión en diferentes niveles: desde capitalizar flotas logísticas hasta evaluar nuevas tecnologías y mercados internacionales. Y si algo he aprendido, es que ninguna inversión es neutra: te acerca a tus objetivos o te aleja de ellos.
Sin embargo, una de las claves para invertir es analizar el comportamiento histórico del gremio, producto o mercado en el que deseas colocar tu capital.
TAMBIÉN LEE: Miguel Flores Serna, nuevo secretario de Gobierno de Nuevo León
Toda inversión, por pequeña o grande que sea, implica un grado de riesgo. El error más común es querer evitarlo por completo o ignorarlo. Ambas posturas son peligrosas. Lo sensato es identificarlo, calcularlo y decidir si es un riesgo que vale la pena asumir.
Hoy, vemos muchas personas seducidas por inversiones de alto retorno en corto plazo: criptomonedas sin respaldo, plataformas poco reguladas o esquemas que prometen duplicar tu dinero en semanas. Como regla general:
si parece demasiado bueno para ser verdad, es que realmente no es bueno. Un inversionista inteligente prefiere crecer despacio, pero con fundamento.
Uno de los principios que aplicamos en nuestra empresa —y que recomiendo para cualquier patrimonio personal o corporativo— es diversificar. No importa si tienes diez mil pesos o diez millones: repartir tus inversiones en distintos sectores o instrumentos es la mejor forma de protegerte frente a cambios inesperados.
¿Un ejemplo simple? Combinar instrumentos de renta fija (como CETES o bonos gubernamentales), con opciones de renta variable (como fondos indexados), bienes raíces o incluso inversión en negocios con valor real.
Diversificar no significa dispersar. Se trata de elegir con claridad y conocer bien cada opción.
Invertir no debe ser una acción impulsiva, sino una disciplina. Quien empieza a invertir de manera constante —aunque sea con montos pequeños— y lo hace durante años con reinversión de utilidades, tiene una ventaja brutal sobre quien espera “el momento perfecto”.
El interés compuesto —esa ganancia que genera más ganancias— es uno de los motores silenciosos del crecimiento patrimonial. Pero para que funcione, se requiere algo que escasea: paciencia. La mayoría no pierde en inversiones
por elegir mal, sino por rendirse antes de iniciar.
Invertir no es un lujo ni un acto reservado a expertos, es una responsabilidad. Es la forma en que construimos nuestro futuro económico, personal o empresarial. Y como toda construcción, requiere planos, bases sólidas, buenos materiales… y tiempo.
Mi recomendación es clara: infórmate, rodéate de buenos asesores, evita modas pasajeras y ten claro para qué estás invirtiendo. Solo así tus decisiones tendrán sentido y resultados.
Hoy más que nunca, en un mundo que cambia a velocidad constante, invertir con inteligencia es el mayor acto de libertad financiera.
¡Consulta todo nuestro contenido y sigue a Mundo Ejecutivo CDMX en Google News